miércoles, 11 de mayo de 2011

Chupando rueda

El día 8 salimos hacia Bled. Desde Ljubljana fueron 62km con algunos ratos duros...sobre todo porque el cuerpo no está acostumbrado a tal cantidad de ejercicio. Ni el culo tampoco. Pero el lugar merecía la pena, como podéis ver en la foto.


En una pensión nos dejaron plantar la tienda de campaña por la cara, así que prontito nos fuimos a dormir ya que estábamos no reventados, sino lo siguiente. El 9 bicicleteamos hasta Bohinj, que es un pueblo increible al pie de un lago hermoso. Estuvimos buscando
dónde dormir mientras nos decidíamos, en un hostel que preguntamos nos dieron de cenar gratis, ya que tenían comida y la iban a tirar (y al parecer, nos vieron con hambre). Sergio y yo nos quedamos en el hostel, ya que nos moríamos por una ducha caliente. Lechu prefirió hacer un into-the-wild y salir pronto al día siguiente. Sergio y yo decidimos cog
er el tren para ahorrarnos el puerto de montaña y los 50km que nos separaban de Tolmin. Que tampoco es plan de sufrir por sufrir :D.

Mientras hacíamos tiempo nos sentamos al pie del lago, donde se nos acercaron unos patos a los que bautizamos Pep, Mou y Karanka, ya que los dos últimos se dedicaban a perseguir al primero en cuanto se acercaba. Lo que tiene el tiempo libre, eh amigos? :D.


Llegamos a Tolmin y nos encontramos con Lechu. Saliendo un poco del pueblo nos dejaron acampar en una finca al pie del río. Menos mal, porque la alternativa era acampar al lado del cementerio.

Hoy día 11 fuimos de Tolmin a Nova Gorica, un pueblo en la frontera italo-eslovena, donde nos alojan Musa (Japón) y Bela (Rusia), unos couchsurfers muy simpáticos y medio hippones. El camino fue hermoso, siguiendo el río de color turquesa todo el tiempo. Y mañana salimos para Bela (casualidad?), donde una couchsurfer nos aloja en su pueblo de 8 casas. La cosa promete!


sábado, 7 de mayo de 2011

Y empezó el viaje...

Ya está aquí. Ya llegó. El día D. La hora H. El minuto M. El segundo S. Y así hasta acabar el abecedario... (originalidad ante todo).


El 1 de Mayo me fui para Barcelona despidiéndome, una vez más, de mis entes paternos y de algunos amigos que vi en Zaragoza. Una vez más, me subí al autobús de cierta empresa que destaca por la comodidad de sus vehículos, su buen servicio, y la alegría y trato humano de su personal (sic). Bueno, una vez me tocó un conductor era joven, amable y divertido, todo sea dicho.

Una vez en Barcelona, la siempre hospitalaria familia de mis tíos me alojó una vez más, esta vez a través de su sucursal de Barcelona-Sants (gracias Eva y Alberto!). Además, tuvieron a bien de alojar también a Lechu, con el que había quedado a las pocas horas de llegar.

El tiempo en Barcelona no acompañaba, estuvo lluvioso y ventoso, como queriendo impedir nuestra marcha, pero una vez nos juntamos con Sergio, entendimos que aquello era una máquina imparable que sólo se saciaría sus deseos con nuevas aventuras, kilómetros e historias por contar. Aprovechamos para despedirnos de algunos amigos más, y nos metimos en el bus de otra compañia europea que destaca por lo mismo que la anterior. El autobús hacía la ruta Barcelona-Bucarest y al parecer eramos los únicos no-rumanos (incluyendo los conductores) en todo el vehículo. Tanto es, que uno de los viajeros nos tenía que traducir las amables indicaciones anunciadas por la megafonía.



Estuvimos más dormidos que despiertos durante las 24 horas que duró el viaje, pero al menos nos llevamos una grata sorpresa cuando uno de los descansos los hizo en la autopista que pasa por encima de Mónaco. Nunca había visto el principado y me quedé con las ganas de bajar a dar una vuelta, aunque sólo fuera por tacharlo en la lista de países visitados.



Al llegar a Ljbubljana (capital de Eslovenia) nos encontramos con nuestra primera host, Simona, que era una estudiante de arte. Pasamos dos dias en su casa cocinando tortilla, tocando la guitarra y aprendiendo un poco de un país del que ninguno teníamos mucha idea. Mientras tanto, íbamos mirando tiendas de bicis para hacernos una idea de qué es lo que necesitábamos comprar. El viernes nos mudamos a casa de Anza, otro estudiante de arte que trabaja en un call center para poder pagar el apartamento en el que nos daba alojamiento y risas por la cara. Cociné mi ya famoso pollo con pimientos y encargamos las bicis a una tienda donde el trato con el dependiente fue un factor importante. Su política de ser amable, decir la verdad y no intentar engañar para vender más de lo que el cliente necesita (amén de precios competentes) hizo que hoy desembolsáramos 1350 euros en total por 3 bicicletas de montaña con todo el equipamiento adicional (alforjas, botellines, parches, cámaras, etc...). Estamos contentos con el precio y esperamos que no nos den muchos quebraderos de cabeza :).

Mañana salimos para Bled en lo que será mi primer viaje en bicicleta. Estoy acojonado, valga la vulgaridad. Pero emocionado al mismo tiempo.