El dia 4 de Marzo tomamos el autobus para ir al Parque Nacional de las Torres del Paine. Habiamos cruzado la frontera sin problemas y como última cena nos habiamos dado un homenaje con un bife de chorizo (la mejor carne argentina). Tomamos el catamarán para ir al refugio del Lago Pehoé y allí ocurrió la primera aventura. A nuestro lado estaban sentadas Maria José, chilena que habia sido guía del parque, y Heather, una estadonunidense que vivía en Puerto Natales por un tiempo. Comentamos un poco nuestros planes de trekking, y en una de estas Maria José (en adelante MJ) dice:
MJ: ¿Por qué nos os venis al Refugio Grey con nosotras ahora?
Pako: Ehmm, son las 7 de la tarde, llevamos la comida de 5 dias, está lloviendo...
MJ: Tengo una botella de Ron
Carlos Pako y Jorge: Haber empezado por ahí!
Así que nada, dejamos parte de la comida en la casa del guardaparque (luego teniamos que pasar por ahí otra noche) y nos pusimos a caminar a las 7 de la tarde, con frio, lluvia, mochila al hombro pero con ilusión, energía, ganas y expectación. 3 horas más tarde llegabamos al refugio, de noche con linternas (al menos MJ sabía el camino, que por cierto, esta muy bien marcado y pisado). Nos pusimos a cocinar todos juntos, plantamos las tiendas y nos fuimos a dormir.
Habíamos ganado un dia de trekking, asi que al dia siguiente decidimos hacer una excursión hasta el glaciar Grey. Es un glaciar que está a unas 2 horas del refugio y te puedes acercar todo lo que quieras, incluso bajar a la base. Lo bueno de este glaciar es que todo es naturaleza y estás tú solo con él, y no como el Perito Moreno, que solo puedes verlo desde las pasarelas donde están todos los turistas con sus cámaras. Tras unas cuantas fotos y admiración del espectáculo natural, nos volvimos al refugio Grey. Ese día bautizamos a Heather como "Rockstar", por llevar siempre las gafas de sol y tener el pelo semirubio levantado al mas puro estilo de una estrella del rock.
Habíamos ganado un dia de trekking, asi que al dia siguiente decidimos hacer una excursión hasta el glaciar Grey. Es un glaciar que está a unas 2 horas del refugio y te puedes acercar todo lo que quieras, incluso bajar a la base. Lo bueno de este glaciar es que todo es naturaleza y estás tú solo con él, y no como el Perito Moreno, que solo puedes verlo desde las pasarelas donde están todos los turistas con sus cámaras. Tras unas cuantas fotos y admiración del espectáculo natural, nos volvimos al refugio Grey. Ese día bautizamos a Heather como "Rockstar", por llevar siempre las gafas de sol y tener el pelo semirubio levantado al mas puro estilo de una estrella del rock.
El 6 nos dedicamos a volver al refugio Pehoé, levantandonos tranquilamente a la 1 de la tarde (ya estamos viejos :P) y hablando con la gente por el camino. MJ se marchó en el catamarán para hacer otra parte del parque y Rockstar se quedó con nosotros. Allí nos juntamos con un sevillano jipión y con un argentino bicicletero. En el refugio había bastantes españoles, todo sea dicho.
El 7 fue nuestro día duro, ya que decidimos ir a ver el vallé del Francés y volver a dormir a Pehoé. En total fueron 11 horas, pero las vistas lo merecían, como demuestran las fotos. Por el camino nos ibamos alimentando a base de nuestro Dios el "Zuko" (alias bebida como el Tang), paté, atún y frutos secos. He de resaltar que esos días en Israel no debía de haber nadie, porque estaban todos en las Torres! Casi la mitad de la gente que nos cruzamos era de Israel. Es costumbre en su país que, tras hacer el servicio militar (3 años hombres y 2 mujeres) se vayan a viajar un tiempo por sudamérica o Australia. Al llegar por la noche estabamos reventados, asi que cena, duchica y a la cama.
El 8 estabamos tan cansados que decidimos hacerlo dia de relax, ya que teniamos que tomar el catamarán otra vez y un par de autobuses para ir a la otra zona del parque. Como nos sobraba tiempo, tras bajar del barco, decidimos hacer dedo, a ver si alguien nos llevaba y de esta manera ahorrabamos algo de dinero. Un chileno muy majete nos levantó y fuimos sentados en la parte de atrás de su camioneta, disfrutando del paisaje y del polvo de la carretera. El tipo justo se dirigía al campiong donde queriamos quedarnos, pero la mala suerte y un puente tan estrecho en el que solo caben ciertos modelos de coches hizo que nos dejara a 8km del lugar. Como tampoco teniamos mucho mejor que hacer decidimos caminar mientras haciamos dedo, pero en esa zona del parque solo pasan camionetas que trabajan haciendo "transfer", asi que ninguna de ellas quería llevarnos gratis. A mitad camino, decidimos hacer un alto, ya que el sofocante sol de las 2 del mediodía nos estaba matando, asi que a la sombra de un arbol nos echamos un Zuko y una siesta a lo Huckelberry Finn. Unas horas más tarde llegabamos al camping y nos preparabamos para el último día de trekking.
El 9 salimos prontito hacia lo que propiamente son las torres de las Torres del Paine. El camino fue un poco duro al principio, ya que era todo subida y llevabamos mucho cansancio acumulado. Despues había una parte de sombra remontando el río, y al final un pedregal al más puro estilo "La escupidera" del Monte Perdido. Yo ya llevaba rozaduras en los talones, no por las botas, mis fieles Boreal que llevo desde los 16 años, sino por las horas y los días caminando. Durante la subida lo pasé bastante mal, ya que iba practicamente cojeando, pero al llegar al mirador, se me olvidaron de repente todo el dolor y sufrimiento. La vista es realmente impresionante, las torres de granito rodeadas por nieve y al pie el lago... Muchas veces cuando voy caminando por la montaña me pregunto "¿Qué cojones hago aquí sufriendo y pasando calor?", pero cuando veo estas maravillas me digo "Ah sí, esta es la razón, y me encanta". Tras disfrutar el paisaje, bajamos de vuelta al camping bastante rápido, ya que teníamos que tomar el autobus que nos llevaba de vuelta a Puerto Natales, pero lo más imporante, es que queríamos echar una cerveza / refresco antes de dejar el camping. Y es que no hay nada que motive más que una buena jarra de grifa como premio.
De vuelta a Puerto Natales, nos premiamos con otro bife de chorizo. Al día siguiente partimos hacia El Calafate de nuevo, donde nos juntamos con Matías e hicimos un asadito con sus amigos. Y dos días después llegué a mi Buenos Aires querido, esta vez sin casa propia pero con muchas casas ajenas donde dormir y disfrutar de mis últimos días en esta ciudad que me acogió maravillosamente durante más de 1 año. El próximo destino es Córdoba, a ver viejos amigos en mi camino hacia Bolivia y Perú.